Track list:
1. Sala Santa Cecilia
Reviews:
Hawai (Chile):
Tan solo 72 minutos son los que suman las que hasta la fecha son las únicas dos colaboraciones, plasmadas en disco, entre Christian Fennesz y Ryuichi Sakamoto.
Enfrentados de manera distinta, tanto en su proceso de gestación, composición e interpretación, obviamente que los resultados tenían que ser diferentes. Y por cierto que lo son. En “Sala Santa Cecilia” el proceso fue más simple, y consistió en lo siguiente: dos personas, el austríaco y el japonés, mas un tercer invitado, el laptop. La música surge de la interacción entre esto tres elementos, casi se diría que de forma improvisada, caótica a ratos, pero nunca desordenada. Grabado por Claudia Engelhart, en el Auditorio Parco della Musica, dentro del festival Romaeuropa, en Roma, Italia, el 28 de noviembre de 2004 (siete meses antes de su publicación), lejos de ser una mera reunión de dos creadores de mundos aparentemente alejados, es una sola capa –también en disco: un track de 19 minutos–, con matices y sonidos añadidos, a veces sutiles, a veces más bruscos (minuto cinco a seis: grabaciones de guitarra, presumiblemente de Fennesz, en la línea repetitiva de Spaceman 3), cercanas a las grabaciones más experimentales del europeo, como sus colaboraciones con Keith Rowe. Sakamoto, por su lado, toma el control cuando el ruido es el protagonista, sumando ráfagas de ambient al conjunto –tal vez fue todo de un modo distinto, y dichos roles no los ejercieron quienes yo otorgue–. Como sea, “Sala Santa Cecilia” sirvió como aperitivo, mas que destacable, a su primer larga duración, y si se escucha con atención, existen pasajes en los cuales ya se anticipa lo que será su próxima colaboración.
“Cendre”, publicado cerca de dos años después que el anterior, tuvo un proceso distinto. En esta ocasión, la grabación no tuvo lugar en un solo momento y lugar, sino que se desarrolló pausadamente, desde el 2004 al 2006, entre las ciudades de Nueva York (Sakamoto) y Viena (Fennesz). Este le enviaba pistas al nipón, sea una pieza electrónica o de guitarra, sobre las que Sakamoto creaba a su vez una pieza de piano. Sin embargo, a veces el proceso era el inverso, comenzando en Austria y terminando en Estados Unidos. Además, discutían sobre los temas durante sus varios encuentros en giras, o comunicándose vía electrónica, juntándose para la mezcla final en febrero de 2006. Entre el paisajismo puro, y la más sutil y ensordecedora belleza, tienen lugar once temas, partiendo por “Oto” (sonido), breve overtura donde tradición y modernidad de unen, y siguiendo con “Aware”, que traduce a sonido precisamente lo que significa. De ahí en adelante, se suceden hermosas piezas, donde cada uno aporta lo suyo, Sakamoto con el piano y Fennesz con la guitarra eléctrica, tratados por ambos con sus laptops. El mas viejo de los dos, delicado como siempre, se refleja como nadie en tan noble instrumento, y dice como casi ningún otro es capaz de hacer (a la saga le va el neoyorquino Kenneth Kirschner), tantas cosas en notas tocadas con una precisión notable, tanto cualitativa como cuantitativamente. A destacar dentro de todas “Kuni” (campo), “Cendre” y “Abyss”. Por su parte el mas joven del dúo no es solamente el compañero de turno, y quien justifica que este artefacto sonoro aparezca en la marca londinense Touch, sino que muy por el contrario se acopla de manera que no estorbe ni entorpezca la labor del otro –de un modo similar a como lo hizo Carsten Nicolai (Alva Noto) en sus discos para raster-noton–. Sin él, el disco tendría otro carácter muy diferente. No quiero decir en ningún caso que pase inadvertido. Es perfectamente distinguible su presencia, y su manera de enfrentar las composiciones. El ejemplo más notorio es “Glow”, el que encajaría fácilmente en una posterior reedición de “Venice” (Touch, 2004).
El fin, el amanecer, la luz. Al igual que la fotografía que aparece en la portada, obra de Jon Wozencroft , responsable además del diseño de este, el EP que le antecede, y la casi totalidad del catálogo de Touch, de entre los arboles, ramas y hojas digitales emerge la claridad. Desde la oscuridad, de la que algo hay, surge la luz, y junto con ella, el calor.